Quienes tengan dificultad con la estética wagneriana, que nunca es liviana, se encuentran aquí, por diferencia, con el hueso más duro, el mayor de los desafíos: casi cinco (5) horas de música con apenas dos intervalos, tonalidades ominosas y continuamente cambiantes, muy pocos cantantes solistas - esencialmente sólo cuatro -, acción física casi inexistente la mayor parte del tiempo.
Aquí no hay, como en una ópera tradicional, arias con principio y fin definido, ni pasajes de relleno, todo está densamente entrelazado. No hay espacio para el aplauso y mucho menos para vociferar un bravo, ni siquiera al final: el respetuoso silencio, más allá de haber sido un expreso pedido del autor, no hace más que reflejar el ánimo de serena paz que persiste en el oyente cuando ha cesado la música.
Sí, puede decirse es una obra de una densidad enorme, en su texto y por supuesto en su música. El que se anime a ella accederá a una de las cimas absolutas del arte musical; otros no la soportarán cinco minutos...
Por lo difícil que siempre ha resultado disponer de buenos cantantes wagnerianos - las voces, entre otras exigencias, tienen que tener un timbre muy particular y además, sin ayuda de amplificadores, imponerse sobre los tutti de una orquesta de más de cien músicos, con sección de bronces reforzada - es entendible que no haya sido ésta una obra muy representada entre nosotros.
Sólo una vez he podido presenciar Parsifal en teatro, en el Colón, a mis escasos doce años, y a la distancia imagino más que probable que, junto a la fascinación de lo que veía y oía, en alguna parte haya bostezado, me haya aburrido - dormido no creo - y me haya perdido en primera audición algo de lo mucho que el genio de Wagner condensó en su expresión final. Lo que no impidió que el virus de su música me contagiara de por vida, un virus contra el que no conozco vacuna...
... ni la deseo.
Aquí no hay, como en una ópera tradicional, arias con principio y fin definido, ni pasajes de relleno, todo está densamente entrelazado. No hay espacio para el aplauso y mucho menos para vociferar un bravo, ni siquiera al final: el respetuoso silencio, más allá de haber sido un expreso pedido del autor, no hace más que reflejar el ánimo de serena paz que persiste en el oyente cuando ha cesado la música.
Sí, puede decirse es una obra de una densidad enorme, en su texto y por supuesto en su música. El que se anime a ella accederá a una de las cimas absolutas del arte musical; otros no la soportarán cinco minutos...
Por lo difícil que siempre ha resultado disponer de buenos cantantes wagnerianos - las voces, entre otras exigencias, tienen que tener un timbre muy particular y además, sin ayuda de amplificadores, imponerse sobre los tutti de una orquesta de más de cien músicos, con sección de bronces reforzada - es entendible que no haya sido ésta una obra muy representada entre nosotros.
Sólo una vez he podido presenciar Parsifal en teatro, en el Colón, a mis escasos doce años, y a la distancia imagino más que probable que, junto a la fascinación de lo que veía y oía, en alguna parte haya bostezado, me haya aburrido - dormido no creo - y me haya perdido en primera audición algo de lo mucho que el genio de Wagner condensó en su expresión final. Lo que no impidió que el virus de su música me contagiara de por vida, un virus contra el que no conozco vacuna...
... ni la deseo.
siempre he visto la ópera como algo lejano, nunca me he parado a pensar que pudiera levantar pasiones como las que se nota (por tu análisis) que levanta en tí... algún día de estos probaré, pero para empezar buscaré algo más liviano, Verdi o algo por el estilo.
ResponderEliminarMe encanta la ópera. Me crié de chiquita yendo a un palco con abuelos, quienes lo compraban para toda la temporada. Es loco como a uno le termina gustando lo que mamó de pequeño... no?
ResponderEliminarNo entiendo la opera. Pero llego a casa y me pongo a escucharla. Tu introducción es monumental y dan muchas ganas, auqneu llegue a dormirme. Un abrazo.
ResponderEliminarImagino su carita asombrada de pibe, y me sonrío. ¿A qué alma se le ocurrió llevarlo a ver Wagner?
ResponderEliminarSi el resultado es quien es ud hoy, vale el "la letra con sangre entra".
Fui criado en la ópera italiana desde la cuna, pero de grande un día me cayó una entrada en un palco del Colón para Walquiria. Recuerdo que en primer intervalo todos mis acompañantes huyeron y quedé solo en aquel palco alto durante el resto de la representación. En algunos momentos me parece haber sobrevolado la sala empujado por la música de Wagner hasta casi tocar la monumental araña. Una de esas experiencias que jamás olvidaré. Desde ese día me hice wagneriano para siempre.
ResponderEliminarAbrazo Pascual.
Vencí mis prejuicios gracias a mi amigo Mariano que me introdujo en la ópera.
ResponderEliminarTodavía no llegué a Wagner, cuando lo haga le cuento.
Un abrazo
:) Sabés que coincidimos, placeres = Wagner.
ResponderEliminarQue cagada, le debo la opera. El unico Wagner que conozco es el "Wagner Lockheed" para los frenos del auto!!!
ResponderEliminarleamsi, la ópera (hablo en general) alcanzó su cenit hace más de cien años, hoy muchas de sus características pueden resultarnos a primera vista anacrónicas, pero una vez que se entra a su mundo y se aceptan sus convenciones, el goce puede ser ilimitado. Abrazo.
ResponderEliminarNina, está muy claro para mí que mis gustos fueron en gran parte motivados y fomentados muy temprano en la vida, y me considero afortunado por eso. Beso.
Curiyú, pensalo a Wagner como un precursor del "black metal", :) Abrazo.
Maia, creame que no hubo nada de sangre en el sentido de sufrimiento, sí sangre en el sentido de que ya estaba en la familia esa pasión, y me la transmitieron. Beso.
Opi, las italianas también fueron mi inicio, "La Cenerentola" en el palco balcón del Colón, un año antes de Parsifal. Abrazo.
Condesa, no demore "entrarle" a Wagner, se lo dice un fan. Beso.
Bryn, ni falta hace decírtelo a vos, si descubrí tu viejo blog justamente por Wagner. Beso.
Luigi, ... y Robert Wagner, el de la serie "Ladrón sin destino"... Abrazo, y felicitaciones por el Tomba.
ojala me contagie Rob
ResponderEliminarLa Opera con toda su pompa, no me atrae mucho, porque no me atrae el teatro y grandes puestas en escena.
ResponderEliminarPero siempre me quedo con la música, además ir al Colón es como ir a un Parque de Diversiones.
Qué lindas las impresiones esas que se guardan de niños, y se alimentan siempre.
Saludos
Mary, no se pierda ese mundo, hay joyas ahí esperando. Beso.
ResponderEliminarcr, es cierto lo que decís, pero la música compensa por demás todo anacronismo. Para muchas cosas somos niños, sólo que un poco más crecidos ya. Beso.