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Noche en la montaña. Cielo despejado, luna ausente. El ojo desnudo percibe infinidad de estrellas y una gran franja blanca de pura luz, sin puntos distinguibles. Dos de nuestro grupo se ponen a especular sobre la exacta ubicación de los polos sur celeste y terrestre. Discrepan. Yo los escucho mientras observo la Cruz del Sur, el Cinturón de Orión, el Puñal, Alfa Centauro: los límites de mi breve astronomía.
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A la espera de la hora de la cena en el refugio, nuestras caras son la imagen de la plenitud. Y también del agotamiento: el descenso de esa misma tarde - que me probó que bajar es más arduo que subir - superó en exigencia lo imaginado, el calor, el temor de pisar mal y el peso de la mochila se multiplicaron en la pendiente pedregosa, los bastones no encontraban piso firme y algunos músculos ahora me lo están haciendo sentir. La peripecia no me eximió de un par de revolcadas que me dejaron lleno de polvo.
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Al día siguiente iremos caminando hasta el Cajón del río Azul - un cañón de roca con un río de aguas transparentes, azuladas, de belleza extraordinaria - y desde allí al nacimiento del río.
La última tarde nos reserva el camino de regreso a la chacra de Wharton atravesando dos puentecitos colgantes con tablas desclavadas alternando con huecos, para acabar en una interminable subida rompecorazones.
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Si alguna vez me pidieran un consejo para retemplar el alma, no dudaría: entregarse unos días a esta privilegiada geografía de montañas, valles y bosques, en la que hasta los agnósticos sentimos que un dios benevolente nos proteje.
Apenas empecé a leer, lo supe. Después vino la referencia a las avispas con "predilección por la carne" (el recuerdo de una mesa junto al río, las avispas abalanzándose sobre una hamburguesa). Siguieron los caballos, las vacas (el recuerdo de la que se atravesó en el camino cortándonos el paso) el silencio, el paisaje descomunal, de una belleza insostenible. Y al fin, la confirmación: el Cajón del Azul, ese río que alguna vez vi o soñé.
ResponderEliminarHace poco escribí un post ("Atrapasueños") y noté su ausencia. Qué tonta. Debería haber haber advertido su sombra allí, proyectada sobre las piedras, junto al agua color azul prusia.
Lo saludo, Rob.
Creo que, como te pasó a vos, todos los que estuvimos allí nos hemos traído un pedacito de ese paisaje en el alma.
EliminarSalut, Betina.
veranee en el sur diez años seguidos y me encantaba subir los cerros. Los hice todos e incluso alguna travesia de 8 hs de Catedral al Refugio San MArtin. Amaba y amo la montaña.
ResponderEliminarUuna vez tuve un novio chileno que conoci en Tronador
que experiencia y cuanta belleza que admirar.
Te felicito
Yo soy feliz ni bien "piso" la ruta 22, y eso que aun faltarán mil kilómetros para llegar. Esa región me resulta casi mágica.
EliminarSaludos, Mary P.
Gracias, soy un amante de los lugares así, las atmósferas. Salir de todo este vértigo. Un abrazo.
ResponderEliminarLo bueno es que el efecto es duradero, y el recuerdo de haber estado también ayuda a eclipsar el vértigo (o el tedio) cotidiano.
EliminarAbraz, Darío.
Dicen los que saben, que para templar una katana se utiliza la más puras de las aguas. Solían provenir del Monte Fuji, volcán adormecido, cubierto de nieve - Calor y frío, así se templan los mejores aceros y las mejores almas. Abrazo!
ResponderEliminarEstoy un poco lejos de alcanzar la templanza del samurai, aunque para ver jugar al "Millo" me vendría bárbaro.
EliminarAbrazo, Ató.
Qué magníficos textos para describir un paisaje seguramente sublime. Pude ver el agua. Pude sentir a ese protector del que hablás.
ResponderEliminarAbrazo
Te aseguro que tu mirada descubriría muchísimas más cosas.
EliminarAbrazo, Danixa.
Qué linda entrada!!
ResponderEliminarAnduve por el hermoso sur en enero, pero acabo de descubrir los colores de La Rioja, te recomiendo el Corredor del Bermejo, una belleza.
El polo sur celeste lo encontrás prolongando el brazo mayor de la cruz del sur 3 veces y media hacia abajo :), algo que aprendí en las salidas fotográficas nocturnas.
Ah, también volví con picaduras de tábanos.. snif.
Ya vi por dónde anduviste, precioso lugar. Del polo sur celeste y terrestre esa noche nos pasamos (se pasaron, mejor dicho) no menos de media hora hablando. Vos hubieras hecho una excelente foto de ese cielo.
EliminarAbrazo, Caia.
Un placer leerte Rob y saber que lo que estas haciendo es orgásmico para vos
ResponderEliminarNo hay nada mejor que poder hacer lo que uno quiere
Mil besos
Un placer tu nueva visita, MdlT. Y cuando no se hace lo que se quiere, hay que intentar querer lo que se hace (no es tan sencillo).
ResponderEliminarBesos.
Lo mejor de su entrada es el título, lejos. No porque el posteo carezca de belleza (a la que, por otra parte, nos tiene mal acostumbrados), sino porque remite a lo que todos buscamos: ese destello de la cognición, en el sentido de "darnos cuenta".
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Maia. El ideal sería conseguir que esos destellos fueran una luz constante... Saludos.
EliminarQué alegría su post, Rob! Volver de vacaciones y leerlo, es premio doble. Y más allá de la belleza del sur (INCUESTIONABLE) su forma de contar sigue siendo un lujo. Hasta parece que estaba allí, yo, que estoy leyéndolo desde mi pc en medio de un mar de papeles... El milagro de las letras, mi amigo. SE agradece mucho. Un abrazo fuerte!
ResponderEliminarEso es que no sois tan agnósticos.
ResponderEliminarUn beso, me gusto llegar hasta aquí,
Qué alegría enorme llegar a un Mar en calma que nos transporta a valles y montañas por la vía de un bello texto, libre de senderos pedregosos.
ResponderEliminarViví 5 años en Mendoza y no podría describir mejor, el momento casi sacramental que vive el hombre frente a la magnitud de la naturaleza.
Suerte la mía que vine.
Beso grande, Rob!
Estuve una vez por el cajón del azul, o cerca, porque mi entrenamiento nunca dio para esas destrezas... Gracias por compartir paisajes.
ResponderEliminarMe alegro, un abrazo.
ResponderEliminarSe siente esa protección aquí.
Rob: menos mal que volvió...., pensaba que, agotado por ese tedio que nombró y que afectaba tanto a Baudelaire, iba a soltar amarras y dejarse estar a la deriva hasta que vientos favorables lo alejaran, para siempre, de estas tierras...Me alegra saber que estuvo en un lugar tan hermoso, (estuve viendo fotos), y que le haya servido de autoayuda..., advierto (y no es la primera vez) algunas semejanzas entre ud. y yo, lo que me alegra, como escribir con un eco borgiano "los límites de mi breve astronomía."..., hasta en el agnosticismo que comparto, pero, ¿qué otra cosa se puede ser en este mundo sino agnóstico...?
ResponderEliminarQue todo mejore.
Saludos de quien lo aprecia.
Carlos.
15:28 02/04/2014
me encanto aventurera entrada. Un beso grande!
ResponderEliminarJustamente hoy (domingo de pascua) pensaba cuál sería el oasis de un agnóstico como yo en días así, pues aquí lo encontré, en imágenes contadas.
ResponderEliminarTe dejo un fuerte abrazo y vuelvo a mi silencio.
HD
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ResponderEliminarGreetings! Very useful advice in this particular article!
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Thanks a lot for sharing!
La sensación que nombras en el último párrafo Freud fue el primero en definirla (que yo sepa) como "sentimiento océanico" en su libro El malestar en la cultura. Supongo que no todos lo experimentarán con las mismas cosas pero tu texto deja bien claro cuáles son al menos algunas de tus pasiones y consiguen transmitírnoslo. Pude verlo y eso es algo que siempre agradezco. Me gustaron mucho tus textos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es normal sentir eso en un lugar así.
ResponderEliminarBesos.
Y bueno, yo paso a dejarte un abrazo.
ResponderEliminarHD
¿Y ya pasó un año? Escriba, dele.
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