A la medianoche exacta todos nos apurábamos a comer las doce uvas que la tradición familiar mandaba. Con cada uva debía pensarse un deseo, yo nunca era capaz de formular tantos. Pero sí recuerdo uno que se repetía cada Nochevieja: en el nuevo año debía cambiar, ser más obediente, más bueno, portarme bien. En la práctica ese noble propósito duraría apenas unas horas, a lo sumo un día, y ya entonces se haría evidente que yo no había cambiado y seguía siendo el mismo de antes.
Hoy nuevamente tocará repetir la tradición. Pero esta vez de mi parte no habrá deseos, no habrá promesas. Me concentraré en el gusto dulce de esas doce uvas.
Time may change me
But I can't trace time
I said that time may change me
But I can't trace time
Time may change me
But I can't trace time
I said that time may change me
But I can't trace time