Conozco a alguien que lee incansablemente novelas y tiene la extraña costumbre - extraña al menos para mí - de comenzar cada libro echando una mirada a la última página. Tan fuerte es su curiosidad por saber cómo acabará.
Yo no podría imaginarme haciendo eso jamás, siento que se rompería algo sagrado: el misterio. Seré quizá lector poco exigente - o algo infantil - pero mi interés depende demasiado de la sorpresa, del eventual suspenso. Más simplemente, de lo que no conozco.
Son esas mismas razones las que me han llevado, con muy pocas excepciones, a no releer novelas, no importa cuánto me hayan gustado. En eso soy lo opuesto, por ejemplo, de cierta amiga que vuelve periódicamente a sumergirse en "Los Galgos", libro que conoce casi de memoria.
Contra este deseo de imprevisibilidad obra sutilmente una característica propia del libro tradicional: a medida que avanzamos y vemos decrecer la altura de hojas que nos separa de la contratapa, se nos va haciendo cada vez más concreta una sensación (sensación física, ajena a la dinámica del mundo de ficción en el que estemos metidos) de que el final del viaje está próximo. Y esa sobria constatación nos contamina, desde afuera, el placer de la lectura.
El libro electrónico puede evitarnos esta pequeña infelicidad, pero a cambio nos exige otros renunciamientos mayores. Otra forma, sencilla y antiquísima, tal vez sea la mejor de todas: hacer que alguien lea para nosotros. Como cuando éramos chicos.
II.
A través de los libros de mi padre aprendía a conocer a los adultos por dentro. No eran los gigantes que pretendían creerse. Eran niños deformados por un cuerpo voluminoso. Eran vulnerables, criminales, patéticos y previsibles. Podía anticipar sus gestos; a los diez años era un mecánico del artefacto adulto. Sabía desmontarlo y volver a montarlo.
("Los peces no cierran los ojos" - Erri De Luca)
Con los libros me pasa algo similar a lo que contás, el no saber es fundamental para mantener mi atención.
ResponderEliminarCuriosamente, no es lo mismo con las películas: si me gustan mucho, puedo verlas varias veces.
Los chicos, en cambio, pueden escuchar o ver lo mismo diez veces y disfrutarlo cada vez más. Debe ser la seguridad (¿o la fascinación?) de saber lo que va a pasar.
Un abrazo, Rob.
Claro, algunas películas las puedo repetir (por ejemplo las de los hermanos Coen). Y la música mucho más. Los libros casi nunca. Curioso. Abrazo, Hermes.
EliminarHay libros y libros. Los que son en si mismos un viaje con partida y fin que nos lleva con ellos tienen el condimento del misterio y nos hacen luchar contra nuestras ansiedades. Hay otros que contienen algunas cosas importantes que hacen necesaria una visita cada tando. Entre los primeros, de chico, me fascinaba la saga de Sandokán. Entre los otros cada tanto me doy una vuelta por Crónica del Angel Gris.
ResponderEliminarAbrazo.
Por cierto, hay géneros diferentes y de ellos depende mucho mi aproximación. Sandokán leido en la infancia era la felicidad completa. Dolina tiene mi doble aprecio, porque además de excelente es bien nuestro. Abrazo.
EliminarCoincido, jamás leería el final antes de empezar. Pero a diferencia de ud. disfruto de volver a leer un libro o bien de ver una película pues una vez menguada la sorpresa puedo saborear aún más el trayecto, el pasaje. A veces cierro el libro en la mitad de una página así como me quedo con el chocolate en la boca sin masticarlo....
ResponderEliminarlos libres son mis más fieles compañeros...respecto de la cita me pareció bella y sobre todo cierta!
beso enorme
"Quedarse con el chocolate en la boca sin masticarlo" ¡Qué hermosa representación del placer demorado, Alelí! Besos.
EliminarÚltimamente, con la "cotización" de la forma, a mi me ha dado por leer libros de cualquier forma. Digo, los finales sin sorpresas. O las historias que terminan sin que el mundo apenas se haya movido de su sitio. Ahora también, me ha dado por releer la trilogía de Marías, y eso, es algo que le debo a usted. Creo que se ha convertido en mi biblia...
ResponderEliminarCuando pensaba en mis pocas relecturas, me vino en mente precisamente esa, la trilogía de JM. Y ese placer se lo debemos a Marías. Abrazo.
EliminarSon pocos los libros que releí completos (podría mencionar "Rayuela" y "El dios de las pequeñas cosas"...). Con "Seda" experimenté un doble placer: leí la novelita y, a los pocos días, la escuché en boca de alguien que la leyó en voz alta (como cuando éramos chicos... :)
ResponderEliminarLa narración oral es una práctica muy hermosa: desde tiempos muy remotos hasta hoy, a todos nos gusta que nos cuenten un cuento. Pienso en "La camarera del Titanic", ¿vio esa película? Es un elogio de la nrración, de la magia de la narración.
Debo confesar que me tienta espiar la página final de una novela, aunque logro contenerme. También conservo cierta actitud "infantil": no me gusta que me cuenten los finales, ni de los libros ni de las películas.
Un beso
Rayuela me espera en el estante desde hace ¡años!. Ni siquiera fue un libro heredado, lo compré yo mismo, y luego nunca tuve valor para enfrentarme a él. No ví "La camarera...", seguiré tu consejo. La lectura en voz alta es una práctica que debería retomar. Besos, Betina.
EliminarNo podría leer el final, me gusta el efecto sorpresa, aunque muchas veces he tenido la sensación al finalizar de preguntar ¿y?. Coincido bastante con lo que expresas. Un libro es un mundo nuevo, de imágenes y una historia por conocer, donde uno se mete y, también siente a medida que vas transitando sus páginas...
ResponderEliminarUn beso.
La sensación que me queda al terminar un buen libro es un poco de desamparo, como de perder una voz más sabia, algo así. Besos, Cecy.
EliminarAntes de que se me colgara la compu, comentaba, que era de leer mas o menos seguido, lo mío era más una cuestión de vagancia, porque cuando empezaba una novela me zambullía en ella y hacía que el final durara un poco más, porque me había encariñado tanto con los personajes, con la historia...
ResponderEliminarUn día decidí que ya era momento de leer "Crónicas Marcianas", hace no más de año y medio, otra vez, me enganché, pero también comencé a sentir una angustia insoportable que me iba invadiendo cada vez más, tuve que dejarlo. No tuve opción. Influía de tal manera en mí...
Así que desde entonces que no he vuelto a leer un libro, me he dedicado de lleno a la poesía o a libros como el que me compré el otro día de Peter Handke en donde no hay un hilo que seguir.
Me pregunto cuándo volveré a leer una novela...
A veces pienso que es triste, otras no pienso nada y disfruto de lo que puedo, que no es poco!
Beso ;)
¡Uy, Handke! Lo he nombrado por acá un par de veces, algunas cosas suyas dejaron huella en mi adolescencia, un tipo nada complaciente. Y tenés razón, entre las manifestaciones del arte no sólo las novelas se disfrutan, basta que disfrutemos con lo que elijamos. Besos, AO.
Eliminaryo sí releo novelas, aunque ya sé que no habrá sorpresa pero en ese caso la releo más tranquila y deteniéndome más en cada capítulo, como dandome permisos que la ansiedad de la primera vez, a lo mejor, me quitaba
ResponderEliminarabrazo
lo que nunca haría es leer el final, ni la primera, ni ninguna de las veces q se me ocurra releer
¡Hola Laura! Completamente de acuerdo con vos en que la ansiedad conspira contra la apreciación más profunda de una obra. Por eso dije que como lector tal vez soy un poco superficial (o me falte ganar profundidad, mejor expresado). No sé si cambiaré, a esta altura. Abrazo, y bienvenida.
EliminarCreo que mi gusto por la lectura y el afán por aprender a leer, nació gracias a una tía que narraba historias fantásticas y me abrió la puerta a otros mundos posibles y maravillosos. El de un primer diccionario infantil de tapas celestes con dibujitos, el de las Mujercitas o del Tigre de la Malasia con el que me embarqué junto a Yañez y Mariana, entre otros.
ResponderEliminarNo leo los finales, como mucho, apuro la lectura y luego vuelvo a releer con mayor tranquilidad. El tramo final que apura y vacía después, es como el acto amoroso. Une petite mort.Rayuela la leí dos veces, según las dos maneras en que puede leerse y son dos experiencias diferentes.
Y como me gusta la poesía, leo y releo mil veces las mismas porque es como cantar canciones aprendidas a las que se les encuentra un nuevo sentido, cada vez.
Un beso, Rob
Yo no recuerdo de dónde exactamente nació mi gusto por la lectura, aunque haber sido el único niño en la casa y no haber tenido televisión por muchos años (o no haberla visto demasiado luego) seguramente tuvo su importancia. Y eso me recuerda que uno de los primeros libros que me regalaron - a mis 6 o 7 años - resultaba tan difícil de leer que podría haberme hecho desistir para siempre ("Biografías animales", de Luis Franco).
ResponderEliminarBeso, Condesa.
YO LEO POR DESTINO Y SI NO ME GUSTA LO ABANDONO, COMO ABANDONE MI VIDA...: PAPA GORIOT...LA CASA DEL SOTABANCO..., LOLITA...SIEMPRE LAS MINAS.., TRUBETZKOY, CHEJOV, FLAUBERT, MAUPASSANT, NABOKOV...ESOS LLENAN UNA VIDA...MACEDONIO Y BORGES...Y CADICAMO Y LOS HERMANOS NAVARRINE...!!!!
ResponderEliminarSALUDOS.
Los clásicos por algo lo son. Ahí me obligó a buscar quiénes fueron los Navarrine... ¡"Sos de Chiclana"!
EliminarAbrazo.
Los clásicos por algo lo son. Ahí me obligó a buscar quiénes fueron los Navarrine... ¡"Sos de Chiclana"!
EliminarAbrazo.