domingo, 26 de junio de 2011

Miramientos

Muchos hablamos con aquellos animales que más se nos acercan en la escala evolutiva, sabiéndolos dotados de un cerebro parecido al nuestro: caballos, perros, gatos, con buena voluntad podemos incluir en nuestro auditorio también pájaros o tortugas. Los llamamos por nombres propios, les damos consignas, les expresamos afecto y hasta llegamos a contarles cosas, como lo haríamos con un humano. Suponemos que son capaces de comprendernos y seguramente no nos equivocamos. Sin embargo, nuestra fe en la eficacia de la comunicación tiene un límite de clase y tamaño, son numerosas las especies vivas con las que no perdemos tiempo y pasamos a la acción directa: si la araña, la hormiga o el mosquito nos molestan, va veneno o zapatazo. 

Otro es el proceder de los budistas, consecuentes hasta el extremo con su respeto a todo ser vivo. Por ejemplo, pueden llegar a escribir una seria advertencia dirigida a los insectos, y confiar en que la correcta lectura que ellos hagan del mensaje les permitirá poner a salvo sus preciosas vidas.


(Si, por remoto azar, los bichitos anduviesen flojos en la comprensión de textos en chino o inglés, eso ya no sería culpa de los benevolentes monjes, que en ese caso les desean un feliz renacimiento).

martes, 14 de junio de 2011

Técnicas del vuelo en sueños

Al principio volaba como lo hacen los ángeles: a buena altura, bien por encima de antenas y torres, incluso alcanzando algunas nubes bajas. La falta de alas no era obstáculo, yo me desplazaba planeando sin mover un músculo, dejándome llevar por las corrientes.

(Habré dado decenas de paseos así.)

Luego cambié mi técnica, me conformaba con una cómoda flotación a ras del suelo. Esto lo manejaba en forma voluntaria: bastaba que tuviera necesidad de trasladarme para que de inmediato mi peso venciera la gravedad y me dejara con los pies suspendidos en el aire. Entonces, como atraído por una fuerza que obrase siempre, siempre a favor de mis propósitos, avanzaba despegado de la calle unos centímetros, un poco más rápido que si caminase, con las piernas quietas y mi cuerpo algo inclinado hacia adelante.

(El placer de viajar sin vehículo y sin esfuerzo era incomparable.)

Hace de esto mucho tiempo. 

(Extraño esos poderes.)


Imágenes: "Las Alas del Deseo", Wim Wenders
Canción: "River Man", Nick Drake

domingo, 5 de junio de 2011

No te voy a mentir

Mi madre, para introducir un comentario o referir un hecho, más de una vez comenzaba diciendo  "iba a contarte algo que no era mentira". Curiosa construcción gramatical, en especial considerando que ella no era, en modo alguno, aficionada a fabulaciones o engaños. 

Mi historia con la mentira es bastante simple: no se me ha dado bien nunca, aunque no niego haberla intentado. Mi gestualidad, mi nerviosismo, mi propia falta de convicción en la eventual falsedad acaban traicionándome más temprano que tarde. Y contra esa naturaleza mía poco o nada puedo hacer.

(No es el caso de todos, por supuesto. Ahí los veo: por ejemplo, a ese ex-militar recientemente capturado en los Balcanes asegurando que la horrible matanza cuya responsabilidad se le atribuye sucedió sin su aprobación, o al ex-convicto y ex-asesor de una ONG afirmando que toda su repentina y asombrosa riqueza es bienhabida, aunque no haya conseguido hasta ahora probarlo.)

Mentir es también un arte, o un oficio que se aprende.

***

El profesor Stiegnitz (aquí mi fuente) es experto en mentiras. Quiero decir, el mecanismo de la mentira es el campo de investigación de este psicólogo, incluso acuñó para su especialidad un término, mentiología.

Dice Stiegnitz: 

  • En promedio mentimos unas doscientas veces por día, la mayor parte de ellas son por supuesto casi inofensivas (excusas, elogios que no sentimos, mentiras piadosas, exageraciones). 
  • Una vida sin mentiras es imposible. Lo importante es administrar las mentiras honestamente (!).
  • Para mentir con éxito se necesita buena memoria, para no incurrir en contradicciones, y ser buen conocedor de la gente, para saber qué cosas pueden resultar creíbles para un interlocutor.
  • La mujer miente menos que el hombre, pero cuando lo hace, lo hace mejor. Y esto se debe esencialmente a que en general las mujeres son un poco más inteligentes que los hombres.

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"No exageres el culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces." 

Jorge Luis Borges - "Fragmentos de un Evangelio Apócrifo"
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