domingo, 24 de junio de 2012

Libre albedrío

En retrospectiva, las elecciones que uno hace tienden a presentarse como algo natural y hasta puede que revelen cierta coherencia. ¿Pero cómo fue, por ejemplo, que se hizo de River? 

Nunca fue fanático del fútbol, de chico lo jugaba muy mediocremente - no en vano llegarían a apodarlo el cacique -.

De sus escasas visitas a una cancha, mantiene un vago recuerdo de la primera de todas, un partido de la C, Liniers (el equipo de su barrio natal) contra Arsenal "de Sarandí", el tendría cinco años y lo había llevado su abuelo, en esos tiempos se podía.

Su abuelo español era de Vélez, la afición del abuelo italiano nunca llegó a conocerla. Y sus primos, uno de Vélez y otro de San Lorenzo. ¿Su padre? De la Academia, pero poco interesado por su suerte.

Un querido tío, socio y seguidor fiel de San Lorenzo, y el resto de los tíos, de Racing. Entre los familiares cercanos, ninguno de Boca, ninguno de River.

¡Ah! Sí, de River era su madre, pero lo era tan tenuemente que no cree que haya influido en él.

También recuerda que antes de empezar el colegio, cada vez que le preguntaban de qué cuadro sos le costaba realmente pensar una respuesta, no estaba ni enterado de que ese mundo de pasiones deportivas existiese.

Habrá sido por la insistencia de algún compañerito de la primaria que optó por la banda roja, aunque sus mejores amigos de entonces fuesen de San Lorenzo y de Boca. Luego, también por una cuestión barrial, fue socio de Ferro y hasta asistió un par de veces a la vieja tribuna de tablones.

Tuvo una vez un escudito que decía CARP y una foto autografiada de una gloria de la época. Pero no detecta ninguna razón fuerte para su decisión de identificarse con ese equipo. Sin embargo debe confesarse a sí mismo que este último año sufrió más de la cuenta. 

(Ahora se alegra como un niño de que la historia tenga nuevo comienzo.)

* * *

Señaló que aunque podamos pensar que somos libres de actuar como queremos,no podemos determinas qué es lo que queremos (y si deliberadamente "queremos querer" algo, está el problema habitual de regresión a un "querer" primario). En algún momento tus deseos tienen que ser sólo algo dado: el producto de la herencia y la educación. Por consiguiente, la idea de que alguien es el responsable verdadero y último de sus actos es insostenible; a lo sumo tenemos una responsabilidad transitoria y superficial, y hasta ésta, con el tiempo, revelará que es un error. G. bien podría haberme citado la conclusión de Einstein de que "un Ser dotado de una comprensión más profunda y una inteligencia más perfecta, al observar a los hombres y sus acciones, sonreiría ante la ilusión humana de que están actuando conforme a su libre albedrío".

("Nada que temer" - Julian Barnes)

miércoles, 13 de junio de 2012

Grados

Antes era menos riesgoso: papel y lapicera (u Olivetti) y a esperar que algo se nos ocurriese. Si dudábamos, al menos era una experiencia en soledad.

Las primeras computadoras lo complicaron: estar frente a ese artefacto susurrante sabiendo que miles de circuitos aguardaban una orden nuestra ya era algo que inquietaba de modo más profundo. Tan refinada tecnología, impotente frente a nuestra indecisión.

Finalmente, lo peor: la máquina en línea, conectada a una red inabarcable. Mails. Blogs. Sistemas automáticos que registran todos nuestros movimientos en el espacio virtual. Detrás, alguien anónimo que seguramente nos lee y nos juzga.

¿Y aun nos animamos a seguir escribiendo?


martes, 5 de junio de 2012

Trasunto

¿Existe alguna razón por la cual la copia perfecta de una obra de arte no pueda ejercer sobre el observador - cuando éste sabe que se trata de una réplica - el mismo efecto que la obra original? 

En el inicio de "Copia Certificada", película del iraní Abbas Kiarostami, se argumenta a favor de esta idea,  en contra de la preeminencia que suele atribuirse a lo original. Luego la trama deriva por otros caminos, menos evidentes, más incómodos para el espectador. A Kiarostami parece interesarle poco "entretener" al público, su estética es lo opuesto al paradigma hollywoodense, yo ya lo había sospechado con la honda aridez de "El sabor de las cerezas" (creo que aquella vez no hubo más de seis personas en la sala). 

En mi opinión "Copia..." está menos lograda que "El sabor...", las ideas resultan aquí más atractivas que su traducción al hecho artístico, tal vez sea por el modo de exponer, que parece un tanto distanciado y teatral, o por ciertos giros que no se comprenden sin esfuerzo. 

Críticas aparte, nunca resultará mal empleada una hora y media si en la pantalla está ella,  la maravillosa Juliette Binoche.




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