jueves, 31 de mayo de 2012

Pretérito imperfecto


En la reunión del grupo de amigos, alguien cita una frase que, parece, él le ha dicho al narrador años ha. Él no la recuerda pero esto no le sorprende demasiado, tan habitual como el olvido es que la memoria registre y conserve cosas aparentemente intrascendentes. 

(Por ejemplo, él está casi seguro de ser el único de ese grupo en recordar - incluso lo ve - el momento en que un estrafalario profesor de segundo año pronunció con énfasis cómico el nombre de un personaje histórico, Savonarola. ¿Qué habrá impulsado ese remoto día a su joven cerebro a considerar la particular pronunciación de un nombre como algo digno de ser guardado para toda la vida?)

Un poco más tarde en la misma reunión él evoca un hecho protagonizado por otro de los presentes. Él fue uno de los testigos privilegiados del hecho, sucedido hace tanto tiempo. Rato después, en soledad, salta la duda: ¿qué es lo que en verdad recuerda de ese asunto? ¿Realmente estuvo allí, lo vieron sus ojos o se lo contaron e imaginó todo? Ya no está seguro.

Recordar puede ser maravilloso; no lograr recordar a menudo nos preocupa.

Pero mucho más maravilloso y preocupante es tener recuerdos precisos de cosas que en verdad nunca sucedieron.

viernes, 25 de mayo de 2012

En alguna discusión, cuando el pulso se le aceleraba y las palabras le quemaban en la lengua, le sucedió más de una vez acabar oyéndose decir cosas que no quería decir. Lo raro es que la fatalidad no ocurría sin anunciarse antes: por unos instantes tenía una especie de aviso, una prefiguración del peligro, veía el abismo delante. Y sin embargo, como si el solo hecho de verlo ya anulara toda posibilidad de resistencia, acababa cayendo en él. ¿Destino?

Pronunciar palabras no deseadas era también experimentar extrañeza al comprobar la independencia entre conciencia y voluntad. Le corrió un escalofrío cuando se imaginó reducido a ser apenas un actor representando papeles escritos para otro. Un instrumento. Un repetidor. 

A su modo reinterpretó lo que algún sabio había afirmado (aunque intuía que ese sabio lo había dicho en un sentido mucho más profundo que el que él le daba ahora):  

No somos nosotros quienes nos expresamos mediante el lenguaje, sino el lenguaje el que se expresa a través de nosotros. 

viernes, 18 de mayo de 2012

Fischer-Dieskau, el mejor

Dietrich Fischer-Dieskau ha muerto hoy. Había nacido en 1925 y debutado en 1943, llevaba veinte años desde que su voz dejó de oirse en vivo. No obstante siguió hasta el final muy activo, como director de orquesta, como maestro de cantantes, pintando, recitando, escribiendo. 

Es casi lugar común de especialistas o de simples aficionados a la música vocal sostener que DFD fue el mejor intérprete de nuestra época en el repertorio clásico, en especial - pero no solamente - del lied, como se conoce a la canción romántica en alemán. 

Barítono, no fue tanto por la calidad de su voz que se distinguió sino por su enorme inteligencia para usarla, para decir los textos, darles sentido, ahondar  psicológicamente en ellos. Su excelencia fue fruto de lo que él consideraba la función más importante de un intérprete: construir con la audiencia un sentimiento común de amor por la música. También del constante estudio y perfeccionamiento a lo largo de seis décadas de carrera. 

Tuvo un repertorio extenso en autores y en estilos, más de 3000 obras de tres siglos; de todas consideró a Winterreise ("Viaje de Invierno", uno de los varios ciclos de poemas que musicalizó Franz Schubert) su desafío mayor, tan así lo sentía que lo grabó completo en siete ocasiones. Paralelamente encarnó con parejo éxito decenas de roles operísticos. Por fortuna para nosotros, abundan los registros grabados en disco y película. 

A muchos el arte de DFD nos ha educado el oído, nos ha enriquecido el paisaje de la sensibilidad, nos ha conmovido. Sin duda tres cosas para agradecerle.


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