domingo, 31 de julio de 2011

Desconfiando

Como quedé con A. en visitarla a la hora del té y estoy llegando antes de lo previsto, bajo del subte una estación antes, Acoyte, y camino por Rivadavia hacia Primera Junta. Esa parte del  barrio donde viví hasta mis veintipico ha cambiado bastante desde entonces, de los antiguos locales comerciales apenas reconozco un par, y entre ellos no está el que más me importaba cuando era un chico, "1810", la maravillosa juguetería. 

Cada vez que visito a A. le llevo palmeritas de "Castell's". Casi nunca fallo en pasarme de largo una cuadra, experimentar sorpresa de que la confitería no esté donde la ubicaba mi memoria, y tener que desandar el camino. Pero hoy la sorpresa es por decepción, la confitería está cerrada, y al preguntar en el negocio de al lado me confirman que el cierre es definitivo. La alternativa más cercana es "El Greco", también con larguísima historia. 

El amplio local de "El Greco" se me ha aparecido más de una vez en sueños, y por una razón específica: cierta vez fueron a remate las existencias del salón de fiestas, entre ellas dos pianos de cola. No eran instrumentos de la mejor marca (uno seguro era francés, Pleyel, el otro no recuerdo) pero aun así eran una especie de objeto de deseo para mí. No asistí luego al remate; sin embargo, el recuerdo soñado de esos pianos en el salón vacío me continuó visitando durante años, y en ese recuerdo los pianos eran míos, sin sombra de duda. 

***

Mi hermano también recuerda que una vez, siendo él muy pequeño, entró en el jardín del abuelo y arrancó todas las cebollas. El abuelo le propinó tal tunda que mi hermano aullaba y luego se puso blanco, lo que era muy raro en él, se lo confesó todo a nuestra madre y juró que nunca volvería a levantar la mano contra un niño. En realidad, mi hermano no recuerda nada de esto: ni las cebollas ni la zurra. Se limitaba a repetir la historia que nuestra madre le había contado muchas veces. Y, en efecto, si la recordara, más le valdría ser cauteloso. Como filósofo, cree que los recuerdos son con frecuencia falsos, "hasta el punto de que, de acuerdo con el principio cartesiano de la manzana podrida, no hay que fiarse de nada que no tenga algún apoyo externo." Como yo soy más confiado, o me engaño más, continuaré con mis recuerdos como si fueran verdaderos.

"Nada que temer" - Julian Barnes

19 comentarios:

  1. Los recuerdos son, a veces, producto de nuestra imaginación que van adquiriendo nuevos detalles a medida que lo contamos.
    Es la forma que tenemos de ponerle un poco de sal a nuestras vidas, que no siempre son una aventura.

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  2. que genialidad, al nombrar esos lugares... también viví hasta mis 19 en primera junta y pienso en las masas del greco que comía mi abuela, las medialunas de roma y el banchero que ahora ya ni se lo que es...

    que lindo leerlo :)

    besos

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  3. Los recuerdos son nuestra vera historia corregida y ficcionalizada por eso no siempre coincide con la de los otros protagonistas.
    buena semana! un beso

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  4. me gusta la idea de un poco de cada cosa, un poco de creencia y un poco de revisión con datos de la realidad...

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  5. Me pasa cuando vuelvo a Florida y recorro sus calles. Va quedando poco y nada en pie de lo que conoci. Y lo que queda está deformado a mis ojos. Ni la casa de mis viejos....se parece. Yo no me parezco. Pero el cordón de la vereda no me miente y me recuerda que por ahi pase......mucho tiempo y muchas cosas. Abrazo nostálgico.

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  6. Cómo no creerle, mire. Ayer mismo anduve por la zona, de mañana temprano (pero cómo, si la escuela estaba acá... ¿o era más allá?) Seis cuadras y tres pisos después pude por fin depositar mi voto en la urna.

    Sí, sí... voté en la misma escuela la vez pasada. No es despiste, Rob ha puesto las cosas en su justo lugar.

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  7. "Las cosas son personas encantadas", leí ayer. Los edificios seguramente se corren de lugar.

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  8. Es siempre difícil volver al barrio. No se por qué uno tiene la desmedida pretensión de que en él nada cambie. Le exigimos algo que no somos capaces de exigrinos a nosotros mismos. Una injusticia.

    Saludos.

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  9. Brillante comentario el de Opi, aunque creo que, en el fondo, nunca cambiamos. Y sí, es imposible no querer que los sitios que fueron significativos en nuestras vidas, sigan, al menos, existiendo. Me pasa con mi casa paterna, pero no, lamentablemente fue demolida. Qué bueno que eso no pase con los recuerdos. Piquete al olvido! Siempre. Un beso, Rob :).

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  10. Si juntamos las cosas que se ha llevado el tiempo, puedo sentir un dolorosa sensación de extrañamiento. Pero dolorosa de verdad.

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  11. Malena, algunos exageran eso hasta la mitomanía y la fabulación, otros, más hábiles, devienen grandes escritores. Besos.

    Lila, ese Banchero lo recuerdo bien, pero nunca entré en todos esos años, no gozaba de la mejor fama en cuanto a pulcritud. Bienvenida, ya pasé por tu hermoso sitio.

    Condesa, ¿necesitaremos entonces recurrir siempre a ese circunstancial testigo "que no nos deja mentir"? Besos.

    Alelí, el riesgo es terminar por recordar cosas que nunca fueron, aunque bien pudiera ser eso una ventaja, ¿no? Besos.

    Dany, el maldito tiempo nos va cambiando el mundo, y aquello que no ha cambiado igual lo percibimos distinto con los años. Es muy raro todo esto de la vida. Abrazo.

    Maia, mire Ud., los distraidos somos legión. Orgullosa legión. Besos.

    Opi, que no seamos razonables con lo que pedimos a mí no me sorprende. Abrazo.

    Caia, así pienso también yo, en lo central no cambiamos... salvo que nos cambien a golpes. Besos.

    Curiyú, el tiempo no es más que un gran ladrón. Abrazo.

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  12. En los recuerdos alojamos un codigo de reconocimiento: olores, ruidos, tonos que nos hacen reconocer ese lugar al pesar del cambio.
    No se si los cambios son malos o buenos , son inexorables y nos muestran el saber del tiempo

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  13. Hermoso el recuerdo (y la aventura que hay siempre en él), me atrevería a decir que casi tan hermoso como el gato ese que ahora cuida del mar.

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  14. Disiento con tu hermano y con el principio cartesiano! Todos mis recuerdos son ciertos, desde que nadaba en el útero de mi mamá en aguas muy tibias hasta que me casaba con mi ídolo de rock. Nadie jamás podrá desmentirme como nadie con dos dedos de frente pondría en discusión tu auténtica propiedad de esos pianos. No insista, escribano, son de Rob.

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  15. Mary, ¿realmente sabe el tiempo? Yo creo que prueba, se equivoca, prueba de nuevo... paciencia es lo que le sobra...

    cr, el gato es Shinta, su mayor actividad es justamente esa: contemplar.

    tres, yo no la desmiento, me apresuro a apropiarme de esos oníricos pianos ya mismo. Apenas corrijo: en el párrafo de abajo no hablo yo, sino el escritor Julian Barnes, alude a su hermano.

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  16. Ya me gustria a mi tener esa confiteria a la mano ( que me hs dejado golosa ).

    Alguna vez me he planteado esa pregunta ,, si realmente los recuerdos fueron tal cual , o simplemente los vemos como nuestra mente en ese tiempo queria verlo,,, pero yo como tu ,,, prefiero quedarme como los tengo de lo que fué.

    Un saludo

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  17. Casi me hace llorar--yo conocí esos pianos, a las 11 de la noche los tocaban pianistas
    excelentes que nos hacían escuchar tangos, los mozos nos informaban que no eran
    pianistas profesionales sino bancarios--yo era un niño y estaba con mi madre---habría
    deseado que eso no cambiara nunca...
    Estas palabras me suenan mágicas: "bajo del subte una estación antes, Acoyte, y
    camino por Rivadavia hacia Primera Junta...", porque yo hice ese trayecto por la
    verdadera Buenos Aires....
    Años después descubrí que unos hijos de puta habían tranformado El Greco en una sala
    ordinaria---hasta vi a uno de los idiotas nuevos dueños pegando mosaicos mishios en
    unas mesitas sin mantel.
    Nunca volvimos.

    Cocor.

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  18. Lauviah, hacés bien, sobre todo si son buenos recuerdos. Y si no lo son, mejor cambiarlos por mejores, nadie nos lo impide.

    David C., gracias, bienvenido, ya paso por su casa.

    Coco, es penoso comprobar cómo decenas de sitios que tenían cierto estilo han pasado a ser aggiornados con un gusto estrafalario y ostentoso. Para muchas cosas yo tampoco querría haber crecido.

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