viernes, 21 de agosto de 2009

Redención de las dudas

Mi tía tenía un Wincofon, creo que aun lo conserva, y una muy buena discoteca. Así, a mis diez u once años, llegué a conocer obras sinfónicas, conciertos y óperas. Beethoven fue mi primer favorito entre los clásicos. La versión que tenía a mano de sus sinfonías tal vez no fuese la mejor, tampoco la calidad de reproducción del aparato, pero esos detalles no mermaron mi deslumbramiento. Mis oídos se abrìan a un mundo nuevo y fascinante.

Pasó el tiempo y mis gustos supieron apreciar otras estéticas, Beethoven dejó de ser dominante y dignamente se retiró a un segundo plano. Sin embargo, desde hace pocos años, vuelvo a descubrirlo, habiendo conocido ya a muchos otros, y me sorprende con mayor fuerza el carácter único de su arte. No sólo en las muchas e indiscutidas cumbres de su creación, sino en todo lo que intentó, en todas las vías que él inauguró y exploró.
Y en particular me sigue maravillando una característica que veo acentuada en él. En muchos pasajes de sus obras pareciera que momentàneamente su convicción, su norte, vacilaran. Es entonces cuando se suceden las escalas, las modulaciones de tonos en aparente indecisión hasta que, casi como por casualidad, se encuentra la nota exacta, la continuación justa, a menudo acompañada de una explosión de intensidad, de júbilo por el afortunado hallazgo.

Como si el artista quisiera compartir con nosotros no sólo el fruto acabado de su trabajo, sino todo su esfuerzo, sus tentativas, sus vacilaciones. En lugar de abjurar de las dudas las redime, las abraza y las incluye, también a ellas, como parte inevitable de su obra.

El nombre de este blog está tomado del título de una cantata de LvB. Era, en aquel tiempo, una fórmula para desear buen viaje antes de una travesía en barco. No es malo repetirla, aun como metáfora, en estos años inciertos.

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