lunes, 17 de mayo de 2010

Reflexiones en torno a una pizza real y concreta

Acabo de encargar la pizza, ahora resta esperar que anuncien mi número; la vida del humano puede verse también como una concatenación de sucesivas esperas, de la cuna a la tumba. Para llenar el tiempo muerto, la vista se distrae con la pantalla y el fútbol, por encima de comensales que de pie apuran su porción y su bebida. 


Con cierta regularidad van arribando por un pequeño montacargas las pizzas listas, ascendiendo desde un misterioso subsuelo. ¿Cómo será ese subsuelo, esa cocina en las catacumbas donde se prepara mi futura cena? No es el amor del cocinero a su labor lo que me preocupa.

Una inferencia plausible la obtendré unos minutos más tarde, cuando finalmente mi pedido esté en el mostrador. Con franca destreza, el despachante delimita los habituales ocho sectores circulares. Pero al hacerlo, manipula la rueda afilada con tal vehemencia que tres o cuatro aceitunas salen volando y caen al piso. Entonces, con automatizado movimiento, de un recipiente manotea otras y las distribuye en reemplazo de las desaparecidas. En la acción su mano obra con asombrosa rapidez pero, no siendo éste un truco de prestidigitador, en desnuda evidencia queda que ha empleado la misma mano, también desnuda, que antes tocó mango, piolín, caja, mostrador, montacargas y vaya uno a saber qué otras cosas…

Queda flotando en el observador la duda natural sobre el destino final de las aceitunas voladoras, necesariamente recogidas del piso. ¿Qué será de ellas cuando solos queden el pizzero y su conciencia, inalcanzables para la pública indiscreción? Mejor ni imaginar.


(La napolitana estuvo sabrosa, como siempre.)

12 comentarios:

  1. el que piensa pierde Rob, pierde!

    que le aproveche

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  2. quizá la sabrosura tenga que ver con esos condimentos invisibles, pero leyendo a poppins prefiero no perder

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  3. Ja ja ja...me encantó (así dicen todos, che) lo de las aceitunas voladoras.
    Pero pienso que a veces somos demasiados quisquillosos con los otros. Personalmente, cuando se le cae una aceituna a mi chica, agarro y me la como y ella hace lo mismo. Seremos puercos????

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  4. Hace un rato nomás, pude ver cómo el dueño del bar al que voy siempre cortaba fetas de queso con la máquina. Y me fijé, sí. ¿Las tomaba con una pinza? Qué va... con la mano desnuda. La misma que tomó mi celular para cargarlo y como bien dice ud "...vaya uno a saber qué otras cosas".

    Pero Rob... chancho limpio nunca engorda!

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  5. Cada vez que pasa el tiempo allí afuera y sabiendo que no hay controles de bromatología, cuando entro a una pizzería o a una rotisería, comienzo a imaginarme cuántas serán las cucarachas que dejan su estigma en lo que voy a deglutir...

    Ni hablar si hay gatos, eso me hace imaginar la vida de eternos roedores y sus concatenaciones...

    ¿Sabés qué es lo mejor? No pensar en nada y degustar.

    Te beso

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  6. Si eso es lo que se ve, me preocupa mucho más el subsuelo...
    Pero en la pizza como en algunas otras cuestiones, mejor no saber.

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  7. MP: y si toca perder, que sea con estilo.

    ML: somos una raza resistente.

    Pulg.: como vos, yo tampoco soy tan quisquilloso en casa. Contradicciones del carácter.

    Maia: loada sea la miopía.

    Cleo: ¡divinas criaturitas todas ellas!

    Condesa: vedere il sottopiano e poi...

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  8. ¿Quién habita los subsuelos de nuestra conciencia pizzera?.

    ¿Donde van las aceitunas voladoras?.

    Demasiada metafísica para el hambre que tengo, llegando la hora del almuerzo.

    Saludos.

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  9. Opi: ¿responderá "Sein und Zeit" estas cuestiones?

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  10. No creo, pero los ñoquis se sémola que me comí en le bar de abajo estaban buenísimos.

    Saludos

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  11. Querido, pensé que hablaríamos ssobre la buena pizza, la de molde, la grasienta, la que el propio Brascó considera gourmet. N dejemos de hablar de ésto en el futuro.

    En realación a tu preocpación, trabajé diez años en restoranes (los mejores) y prefiero no darte detalles. Para qué? ojos que no ven...

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  12. my, uno de mis recuerdos de adolescencia más preciados era ir, a la salida de algún cine de Lavalle, a comer pizza "de dorapa" al mostrador de la vieja pizzería "Rey" (frente al teatro El Nacional. No hubo nunca mejor manjar.

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