martes, 23 de noviembre de 2010

Pequeña manía reinterpretada

Fuera de casa por unos días, ausente esta vez de mi equipaje la novela de Barnes que había recién empezado, a la hora de dormir busco en biblioteca ajena alguna lectura que me entretenga un rato. Elijo releer Microcosmos, de Claudio Magris. 


Lo abro en cualquier página, Magris soporta sin mengua este arbitrario tratamiento, verdadero maestro que en cada una de sus frases destila elegancia y sabiduría. Así sigo unas páginas por terreno conocido, hasta que me detengo en una anotación que alguien agregó en un margen. 


No es lo que dice esa anotación lo que desvía mi pensamiento: es simplemente el hecho de ver ahí algo que no escribió el autor del libro sino un lector cualquiera lo que me lleva al reflexionar en un rasgo de mi carácter. Una manía, probablemente. 


Desde que, en mis primeros años de vida, antes siquiera de saber leer y cuando de los libros sólo miraba las figuras, una voluntariosa vecina - seguramente horrorizada por algún modo un poco brusco que observaba en la dulce criatura que fui - me enseñó, con firme amabilidad, cómo pasar las páginas una a una sin ajarlas, los libros fueron considerados por mí como objetos de culto, casi sagrados. Debía cuidarlos, evitar a toda costa marcarlos y mucho menos dibujarlos, tal había sido el mensaje entonces. 


La lección evidentemente quedó grabada a fuego en mi cerebrito virgen, y en los años sucesivos jamás subrayé ni escribí comentarios ni firmé (como algunos acostumbran para demostrar la propiedad del ejemplar) los libros que fui poseyendo. Nada de raro habría en esto, millones de lectores hacen lo que yo hago, y otros millones lo contrario, por razones igualmente buenas. Hasta hoy, ése era mi simple razonamiento. 


Pero esta noche, como en una fulguración, al descubrir ese comentario escrito al margen caigo en la cuenta de una razón más profunda de mi conducta modélica. Y esa razón, he de admitirlo, es que me daría verdadero terror que algún contemporáneo - lo que opinen de mí cuando ya no esté en el mundo me tiene sin cuidado -  al toparse con un hipotético comentario, aclaración, duda o pregunta mías anotadas en algún libro, acabe concluyendo con lacónica impiedad: 


Pobre, no entendió nada.

15 comentarios:

  1. Cuando compro un libro, le pongo lugar, fecha y firma. Siempre leo con un lápiz en la mano para subrayar alguna idea o una frase, hago breves llamadas, signos y marcas que encierran párrafos enteros. Cuando termino de leer el libro es mío con todo lo que eso significa. Como un par de zapatos que adquiere la forma o la inclinación del pie después de haberlo caminado un rato largo.
    Lo curioso es que detesto leer libros marcados porque condicionan mi lectura aunque hay quien dice que le encantan mis marcas.
    ¡Formas y manías de cada lector!
    En cuanto a entender... ya conoce mi 'Manual para no entender', no se preocupe por eso.

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  2. Espero que quien encuentre mis marcas al menos piense que me esforcé por entender.

    Saludos.

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  3. Mucho peor si es uno mismo, quien años más tarde encuentra la anotación y piensa:

    - ¡Dios mío, que pelotudo!

    Y este tipo de razonamientos nos dan otro motivo por el cual se dice que Napoleón tenía unas pelotas de hierro; habiendo comentado con EXTENSAS acotaciones, ni más ni menos que a "El Principe".

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  4. Pues le cuento que detesto a la gente que dobla la punta de una hoja a modo de señalador y detesto aún más a los que marcan libros ajenos!

    Mi vieja tenía esa costumbre, le prestaba uno de mis libros más preciados y me volvía subrayado a mano alzada (y sí... no iba a usar una regla) Quiero decir, bien a mano alzada, con unos trazos gruesos, además de llaves y anotaciones al costado (había que girar el libro para leerlas). Lo que yo pensaba en esos momentos no era "Pobre, no entendió nada", sino "La voy a matar".

    Pero parecía ser más fuerte que ella. Hoy sus marcas me sirven para conocerla mejor. ¿Qué subrayaba? O lo que es lo mismo ¿qué le parecía importante?
    ¿Qué frases le daban paz?

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  5. No tengo por costumbre marcar o subrayar libros. Tampoco doblar las puntas de las hojas.
    Pero mi madre los dejaba ilegibles de tanta marca y rayita y signos de exclamación!
    Y es como dice Maia, me daba cuenta de qué cosas le parecían importantes.
    Sí me molesta leer cosas subrayadas, pero no me aflijen los comentarios al margen.
    Lo que piensen los demás siempre me tuvo sin cuidado, incluso lo que piense yo misma de mis comentarios leídos mucho tiempo después.
    Total, boluda antes y boluda después, no hay mucho cambio...

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  6. No me gusta marcar, ni siquiera pongo un marcador para recordar donde voy porque raramente lo olvido, trato de cortar la lectura siempre en un capítulo, y generalmente me gusta releer parte de lo último que leí. Me cuestan las encuadernaciones malas de algunos/muchos, que hacen que se abran un poco, entonces le pongo peso para que se vuelva a cerrar, para que quede como nuevo.

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  7. Un libro tiene su lugar , su tiempo
    Su manía en el escritor , y la del que
    Participa en la lectura .
    Soy de las que subrayo y dejo notas,
    No reparo quien pueda leerlas
    Ni siquiera lo que pueda pensar
    Me entremezclo de alguna manera
    Con el autor y su historia , allí
    Estuve también yo.

    Un saludo

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  8. Condesa: "hay quien dice que le encantan mis marcas". Eso es muy bueno también, una ayuda al lector.

    Opi: algún día cuénteme qué marcas le hizo al bueno de Heidegger.

    Erdös: para pensar eso no me hace falta ver anotaciones viejas.

    Maia: si el libro que marcan es mío, creo que explotaría ahí mismo (yo, no el libro).

    Nina: el punto que ponés de relieve (como Maia) de entender a otro a través de sus anotaciones, sin duda puede ser muy enriquecedor.

    Brynhyld: eso de ponerle presión para que pareca nuevo... Ud. me supera largamente.

    lauviah: es una manera de apropiarse de la obra, claro, y muy justificable, pero yo me sigo resistiendo a esa forma, incluso para no condicionarme por lo entendido la primera vez.

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  9. Yo doblo la punta de las hojas, sobre todo a las 12 de la noche, cuando necesito dejar el libro en el piso.
    A veces, marco. Nada trascendente.
    Pero tu acotación es maravillosa. Porque ahora que lo recuerdo, en los primeros años de letras, los alumnos reparaban más en los libros del profesor y sus marcas, que en el libro mismo.
    Muchos profesores dicen estupideces.
    Un abrazo.

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  10. no soy de marcar/escribir , no por no violar el libro, sino porque generalmente leo tirada en un sillon y me resulta imposible escribir asi. Doblo sí las hojas. De todos modos he tenido mas respeto o complicidad con unos que con otros.

    Jamas escribo sobre libros prestados :)

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  11. Curiyú: ... y los que no escribimos estupideces en libros ajenos tenemos para eso un blog :)

    Mary: me encanta leer "tirado", a mí también.

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  12. Qué loco, Rob. Tengo en borrador un post dedicado a mi abuelo y su forma de tratar los libros que no publico porque quiero escanear las fotos.
    No te adelanto nada, pero tiene tanto que ver con el espíritu de esta entrada tuya que me hiela.

    p.d.: sí te cuento que uando perdí Platero, la maestra me ofreció fotocopiarlo y al decirle a mi papá que no quería fotocopia, que quería el librito, le lagrimearon los ojos y me dijo ¡por supuesto! un libro no se fotocopia, es un ser querido.

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  13. my: ahora me dejás verdaderamente intrigado, publicalo pronto. El pensamiento de tu padre casi podría adoptarlo como propio.

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  14. Estoy segura de que soy la culpable de esa anotación al margen, y más todavía de que no entendí nada. Y sí, me da un poco de pudor que otro me descubra un error, pero más me avergonzaría inhibirme por miedo a lo que otros piensen de mi inteligencia.
    De todos modos, no justifico haber escrito tu libro sin permiso... perdón!
    Maus.

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  15. Maus: (Qué lindo verte por acá, me sorprendiste.) No fue en "mi" libro, lo único mío en este caso es esta manía que, por fortuna, vos no tenés.

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