viernes, 17 de mayo de 2013

Salir a matar

I.

Me gusta mirar televisión. Diferentes cosas. Películas. Conciertos. Talk-shows. Carreras (de autos, de motos). Algo de fútbol, algo de tenis. Y series. Series policiales, en especial. Contra lo que pudiera suponerse, no soporto ver escenas de violencia. De violencia cruda y explícita, menos que menos. (A veces ni siquiera necesita ser explícita para causarme rechazo; por ejemplo, la propaganda de "Hannibal", producto derivado del personaje que hiciera famoso en cine Anthony Hopkins, me resulta revulsiva, visceralmente intolerable.)


¿Seré ingenuo, será pasada de moda mi sensibilidad de espectador? ¿Cuánto se habrá corrido, en cincuenta años, el límite de lo que nos muestran y de lo que toleramos ver? ¿Qué consecuencias tendrá ese corrimiento? 

Según cuenta en su libro David Byrne, finalizada la Segunda Guerra los altos mandos militares comprobaron que sólo uno de cada cuatro soldados en el frente había sido capaz de matar, los demás no estaban psicológicamente preparados para hacerlo y no lo hicieron. 

Que un soldado no quiera matar es, desde el punto de vista militar, una verdadera tragedia. Procurando corregirla contrataron a un tal Dave Grossman, psicólogo, para diseñar estrategias de formación más efectivas, entre ellas los juegos de simulación. ¿Resultado? Cito a Byrne: “La eficacia de los soldados entrenados con esas simulaciones se cuadruplicó”. 

Sin embargo fue el propio Grossman quien, tiempo después, alertó contra las consecuencias "civiles" derivadas de su trabajo, los juegos virtuales que recrean la violencia real, afirmando que los videojuegos de guerra enseñan a desarrollar un instinto asesino y a disminuir la inhibición.

Sé que a Grossman lo discuten, que consideran no suficientemente demostradas sus aseveraciones. ¿Serán algún día suficientes las matanzas absurdas en colegios, shoppings o universidades norteamericanas para darlas por válidas?


II.

En cambio, sí disfruto mucho de los policiales en los que la trama y la construcción psicológica de los personajes son más importantes que los crímenes. De las vistas recientemente, me ha entusiasmado "Bron/Broen" (“Puente”, en sueco y en danés), una historia contada en sólo diez capítulos, de 2011 (la segunda temporada, con nueva trama, se anuncia este año). 

Bron/Broen muestra no pocas originalidades, entre ellas el escenario (la frontera, sintetizada en el puente de Oresund que une Suecia con Dinamarca), los diálogos en dos idiomas simultáneos (sueco o danés, según quien hable), el desconcertante hallazgo inicial, el misterioso patrón común a una sucesión de asesinatos muy disímiles, la ausencia tanto de golpes bajos y efectos archiconocidos como de música redundante (casi no hay música), la tensión constante, la contraposición de culturas, los excelentes actores, la llana simpatía de uno de los dos protagonistas, el detective danés, y el desconcertante  comportamiento del otro, la detective sueca, Saga Norén.

Saga Norén padece el síndrome de Asperger - una forma de autismo. ¿Cómo puede un intérprete, acostumbrado a transmitirnos emociones, mostrarnos de modo convincente su opuesto, la ausencia casi completa de emoción? La actriz Sofia Helin lo logra con llamativa naturalidad, y su "no emoción" consigue descolocarnos primero y conmovernos después.




miércoles, 17 de abril de 2013

Azucena y la fe

Media tarde. Me acomodo en el sillón, a punto de tomarme un café recién hecho. Timbre.

Por la ventana veo dos mujeres ante mi puerta, otro grupo se reparte entre las casas vecinas. Testigos de Jehová, deduzco sin esfuerzo (los mormones, que también suelen venir, son hombres y nunca veo más de dos juntos, acaso optimizan sus recursos, en cambio los Testigos no escatiman, operan en escuadrón). Salgo a atenderlas, gentil, dispuesto a que la charla sea breve, recordando el café humeante. Una de las mujeres me pregunta si dispongo de unos minutos, extiende su mano, la estrecho.

Esa mujer es añosa, pelo blanco, voz suave, ojos claros, mirada confiada.  Comienza a hablarme (la otra, más joven, sólo mira y calla).  El temario es un clásico: Dios, el mundo, la humanidad, cómo vivimos, qué nos dice la Biblia.  Me pregunta si la he leído, le miento que sí (apenas la vida de Jesucristo). Ella declara ser estudiosa del texto, desde hace décadas. Abre el libro, me lee un párrafo escogido, yo la escucho con atenta curiosidad:  una lista de espantosas catástrofes que seguro, seguro ocurrirán y la también segura promesa de que el buen Dios nos librará del Mal.

Quiere luego saber si soy creyente, si pienso que el Creador tiene un propósito.  En este punto me abstengo de expresar mi negativa. Plantearle mi agnosticismo, confrontarla con la hipótesis de que si en verdad existe y es todopoderoso, de bueno se ve que no tiene mucho, decirle eso a ella sería, si no inútil, una franca descortesía.

Me limito entonces a responder que no consigo adivinar cuál sería ese famoso plan divino, más aún, que la tarea de entenderlo no está ni remotamente a mi alcance. Es una cuestión de fe. La mujer parece pasar por alto mis reparos y prosigue un rato con su prédica. En la despedida da su nombre, Azucena. Me pide que dedique un tiempo a reflexionar sobre lo hablado.

De nuevo en el sillón, pienso: inexplicable es la fe para quien no la siente. Pienso también: privilegiada el alma a la que jamás corroe la duda. Mi café se ha enfriado.

lunes, 11 de marzo de 2013

Ruidos, electrónica y espejos


Pensaba que los primeros culpables habían sido los motores a explosión, pero WH Hudson me desayuna (si bien él lo escribió hace cien años yo recién lo leo) en sus memorias “Far Away and Long Ago. A Childhood in Argentina.” que ya en la segunda mitad del siglo XIX Buenos Aires era una ciudad con llamativo nivel de ruido, eso gracias a  las ruedas sin suspensión de los carros tirados por caballos y su repiqueteo sobre el empedrado:

"As they were then paved the streets must have been the noisest in the world, on account of the immense numbers of big springless carts in them."

Ese bochinche marcó la percepción del muy joven Hudson, que vivía en el campo y estaba acostumbrado a escuchar sólo pájaros - los pájaros que lo apasionaron toda su vida - vacas, ovejas y caballos y el viento entre los árboles, además de unas pocas voces humanas. 

Ahora, en la esquina de Corrientes y Pellegrini, junto a la cuadra peatonal de Diagonal Norte, hay, además del constante rugir y graznar del tránsito, un dj que administra sonidos electrónicos y procura, quizás, endulzar el oído de los caminantes. Se lo distingue junto a su instrumental visitendo una remera negra, en blanco lleva la inscripción bailen putos. Así lo hemos identificado A., M. y yo cuando hemos hablado de él, el tipo para nosotros es simplemente el bailenputos. (A., con quien no tenía contacto desde hacía varios días, me manda un mensaje de texto con la sola intención de informarme que el tipo ha cambiado de remera, ahora la frase es no se amarguen, estoy sin pareja, o algo por el estilo.)

No sé cómo le estará yendo al fulano con el reconocimiento popular, o cuántas monedas le dejarán los ríos de gente que se entrechocan en la vereda. Por mi parte, su arte o el de los dj como especie se me antoja extraño, será una cuestión generacional o de gustos pero yo no percibo más que un constante chingui chingui que me aletarga,  me haría falta alguna ayuda química o alcohólica para lograr un maridaje que deviniera en sentido, qué se yo, ciertamente no es mi palo, not my cup of tea

Y en cuanto a cómo medir el talento puesto en juego, sea por un Guetta o por un anónimo bailenputos,   me declaro incapaz, no sé si es todo pura máquina de ritmo y grabaciones, ni cuánta es la intervención del ejecutante, si la hay, y en esto comparto el juicio tajante del áspero y recordado Pappo, que no los consideraba colegas, músicos, pares. En fin, habré quedado tirado en la banquina de las modas sonoras, nada demasiado grave. Al menos hasta que un Mozart o Miles Davis del techno me rescate. 

De todas formas el empeño del tipo de Corrientes y Pellegrini sí tiene algo que enternece, más allá de que sea ése su modo personal y original de rebuscarse el sustento en la jungla urbana: intentar armonizar con una banda sonora el caos porteño parece una tarea de cíclope.

* * *

Leo en la novela el principio de una frase: “El espejo le devuelve la imagen…” y me rebelo y le reprocho en la callada voz alta de mi conciencia al autor, cuándo, decime cuándo un espejo, artefacto bobo si los hay, le ha devuelto algo a alguien, al menos los espejos con los que yo me cruzo jamás me han devuelto nada, menos que menos la imagen con aquel despreocupado gesto, ése que tenía yo hace mucho, mucho tiempo. El único gesto que hoy me importaría recuperar.

miércoles, 27 de febrero de 2013

De noches y sueños y bosques

Me despierto a medianoche, habrá sido un ruido exterior o Shinta - el gato - que reclama agua - el malcriado sólo bebe agua que fluya de un grifo, nunca de su bebedero - o que le abran la puerta para escaparse por ahí, la cuestión es que luego de darle al taimado felis silvestris catus su gusto y volver a la cama intento, sin lograrlo durante eternos minutos, conciliar el sueño, y así quedo contemplando lo oscuro, pensando en vacío, derivando, dando vueltas.  

Es por las noches cuando, de tanto en tanto, acuden los temores imaginarios, las certezas tristes de la vida y a veces, muy raras veces, algunas ideas que parecen absolutamente geniales o salvadoras. Es regla que todos ellos, los miedos improbables, las negras certezas y las raras genialidades, se vuelvan invisibles con la luz del día. Huyen de la luz como las cucarachas: ideas-cucaracha, así podría llamarlas, sólo se dejan ver en la oscuridad.  

* * *

La noche anterior había tenido un sueño tan breve como inusual en su carácter, era un sueño de felicidad. Aparecía en él mi querido amigo RR, a quien hace tiempo no veo, contando o mejor dicho personificando a alguien, lo hacía con su enorme y contagioso histrionismo. La anécdota era mínima, pero el hecho es que en el sueño, según recapitulé después, a partir de algo insignificante RR y yo llegábamos a descomponernos de la risa hasta llorar, tanto que cuando desperté tenía la vívida sensación de haber pasado un momento dichoso y casi sentía los músculos de la cara tensados por la reciente risa. ¿Cuántas veces me ha pasado eso, reir en sueños hasta las lágrimas? Lo habitual es no entender y angustiarse, o angustiarse por lo que se cree entender.

* * *

¿Cómo elige la memoria lo que debe guardar? ¿Por qué resurgen, luego de años de olvido, cosas que en su momento no creimos importantes? Algunos recuerdos tienen esa cualidad, regresan a la superficie sin relación con nada, a su antojo. Como partes de una vida ajena. 

Por ejemplo la escena de una mañana de invierno en medio de un bosque muy lejos de aquí. Trotaba y mis zapatillas dejaban su marca en la tierra nevada. Nadie alrededor, sólo yo y el silencio. De pronto, de un codo opuesto del caminito aparece un caballo al galope. Lo monta una mujer joven. Los pobladores de ese país son amables pero parcos, me espero a lo sumo un silencioso cruce de miradas; sin embargo la desconocida, al pasar a mi lado, me dedica una sonrisa y un cálido ¡buen día!, justo antes de quedar detrás de mí y nuevamente oculta por los árboles. El encuentro habrá durado diez segundos, todo quedó olvidado durante años. Hasta hace poco.


* * *

Imagino eso que llamamos alma también como una especie de paisaje. Mi paisaje interior es un bosque, luz atenuada por las hojas de árboles altos, senderos no siempre claros, a menudo circulares o laberínticos. Por momentos me pierdo en ese bosque y no consigo ver más que sombras. 

Afortunadamente tampoco faltan, tras alguna curva ciega, bellos encuentros sorpresivos, cruces fugaces con otros viajeros que aparecen de la nada, saludan, sonríen y siguen. O que deciden gentilmente acompañarnos un trecho. Y es entonces cuando el bosque se ve de otra manera.

* * *

La conciencia de Rob: ¿Y es para decir estas bobadas que volviste al blog, Rob? 

Rob: Bueno, tenía ganas, ¿no alcanza con eso?. Seis meses de ausencia me parecíeron suficientes.

La conciencia de Rob: En fin, como gustes. Pero de mí no esperes elogios.
   
Rob: Gracias, eso lo descontaba. 

viernes, 31 de agosto de 2012

Principio de Incertidumbre II

Fue la guerra. Los dos tomamos posiciones y nos atrincheramos. Y disparamos nuestra artillería.

Meses después releo esos mails que tanto fuego cargaban – la crónica del conflicto. Me sorprendo: la que entonces defendí con celo, “mi” verdad, aparece ahora brumosa. Es apenas mi modo de ver las cosas. Y el punto de vista del oponente bien podría haber sido - yo en su lugar - el mío. ¿Que sus razones eran débiles? No menos que las mías.

En aquel momento creí adivinar tras los mensajes una voz crispada. Hoy no leo irritación en sus palabras. Será porque, las más de las veces, la escritura de los otros no tiene un tono definido, salvo aquél que le asignamos y que, ay,  es sólo el nuestro en ese instante, el tono cambiante del eterno monólogo interno. Acostumbramos conceder a ese monólogo una objetividad imposible.

(Cuánto mejor hubiese sido ignorar el orgullo y preservar aquella amistad.)



* * *

“Mañana será otro día”: así se espera que con el paso del tiempo algo ajeno a nosotros cambie y la circunstancia nos sea propicia.

(¿Pero no sería mejor tratar nosotros de ser otros mañana?)

domingo, 5 de agosto de 2012

Contradanzas

La estás pasando muy bien en la reunión. Amigos, buena comida, mejor vino, bromas, alguien que cuenta su reciente viaje, hablan de cosas serias (muy poco), de los Juegos Olímpicos (bastante), un disc jockey crea clima. Pero en el instante en que todos deciden abandonar la charla para entregarse con entusiasmo al baile tu ánimo se enfría. 

En el consenso general, bailar equivale a diversión. Para vos sólo es incomodidad. Sabés que no tomar parte en ese rito puede interpretarse como descortesía. 

(No tenés escapatoria.)

Cualquiera notaría que la coordinación de tus movimientos es poco natural, vos lo sentís; estás convencido de que hay una capacidad corporal, una cualidad psicomotriz común a la mayoría del género humano que la naturaleza te ha mezquinado. 

Y aunque sostengas que la música que se baila suele pecar de monótona, repetitiva o previsible - amén de estridente - no ignorás la cuestión central: a vos bailar no te causa el mínimo placer. 

(Esa semisonrisa que muestra ahora tu rostro es falsa.)

* * *

A Wim Wenders le llevó veinte años hacer una película sobre su amiga, la notable coreógrafa y bailarina Pina Bausch. 

Primero no tenía tiempo Pina, cuando ella lo tuvo fue Wenders el que no sabía aun cómo traducir de la mejor forma su arte al lenguaje del cine. La maduración comercial de la tecnología 3D lo ayudó a decidirse, y cuando finalmente parecía estar todo listo para empezar, Pina enfermó y al poco tiempo murió. 

El proyecto pudo igualmente concretarse, y así "Pina - 3D" es una maravillosa creación conjunta de dos enormes talentos. Resumir en palabras lo que sentí como espectador se me hace difícil, sólo puedo recomendar verla y dejarse emocionar.

* * *

De la excelente banda sonora de "Pina - 3D", con mayoría de temas del jazzero japonés Jun Miyake y del rockero alemán Thom Hanreich, algunas muestras:




domingo, 8 de julio de 2012

Acotación

Tras acabar la hermosa novelita (apenas 120 páginas, letra grande) de la que robé la cita de la entrada anterior no puedo menos que recomendarla. Sentí curiosidad por saber un poco más de la vida de su autor, Erri de Luca, nacido en Nápoles en 1950; así supe que además de poeta, novelista, escalador extremo y otras cosas es, ante todo, un hombre que pone en acto su profunda ética humanista. 

* * *

"Adulto non sono diventato mai. Sono diventato anziano senza essere passato per l'età adulta" (E. d. L.)  "Il nous fallut bien du talent pour être vieux sans être adultes" (La chanson des vieux amants - Jacques Brel).

* * *

Transcribo uno de sus varios poemas disponibles en la web (otro ya lo colgué hace tiempo aquí); me atrevo de nuevo a hacer una traducción casi literal, con la sola intención de transmitir su sentido (el autor no creo que se entere, y si lo hace espero que no se ofenda).


"Elogio de los pies"

Porque sostienen el peso entero.
Porque saben mantenerse sobre apoyos y asideros mínimos.
Porque saben correr sobre escollos y ni siquiera los caballos lo saben hacer.
Porque llevan.
Porque son la parte más prisionera de un cuerpo encarcelado. Y quien sale después de muchos años debe aprender de nuevo a caminar en línea recta.
Porque saben saltar, y no es culpa suya si más arriba en el esqueleto no hay alas.
Porque saben plantarse en medio de la calle como mulas y hacer una valla delante de la verja de una fábrica.
Porque saben jugar con la pelota y saben nadar.
Porque para algún pueblo práctico eran unidad de medida.
Porque aquellos de mujer hacían bullir los versos de Pushkin.
Porque los antiguos los amaban y como primera muestra de hospitalidad se los lavaban al transeúnte.
Porque saben rezar meciéndose delante de un muro o replegados tras un reclinatorio.
Porque jamás comprenderé cómo hacen para correr contando con un apoyo solo.
Porque son alegres y saben bailar el maravilloso tango, el crocante tip-tap, la rufianesca tarantela.
Porque no saben acusar y no empuñan armas.
Porque fueron crucificados.
Porque aun cuando se desearía asestarlos en el trasero de alguno, viene el escrúpulo de que el blanco no merezca el apoyo.
Porque, como las cabras, aman la sal.
Porque no tienen apuro de nacer, pero luego cuando llega el punto de morir en el nombre del cuerpo patean contra la muerte.


"Elogio dei piedi"
 
Perché reggono l’intero peso.
Perché sanno tenersi su appoggi e appigli minimi.
Perché sanno correre sugli scogli e neanche i cavalli lo sanno fare.
Perché portano via.
Perché sono la parte più prigioniera di un corpo incarcerato. E chi esce dopo molti anni deve imparare di nuovo a camminare in linea retta.
Perché sanno saltare, e non è colpa loro se più in alto nello scheletro non ci sono ali.
Perché sanno piantarsi nel mezzo delle strade come muli e fare una siepe davanti al cancello di una fabbrica.
Perché sanno giocare con la palla e sanno nuotare.
Perché per qualche popolo pratico erano unità di misura.
Perché quelli di donna facevano friggere i versi di Pushkin.
Perché gli antichi li amavano e per prima cura di ospitalità li lavavano al viandante.
Perché sanno pregare dondolandosi davanti a un muro o ripiegati indietro da un inginocchiatoio.
Perché mai capirò come fanno a correre contando su un appoggio solo.
Perché sono allegri e sanno ballare il meraviglioso tango, il croccante tip-tap, la ruffiana tarantella.
Perché non sanno accusare e non impugnano armi.
Perché sono stati crocefissi.
Perché anche quando si vorrebbe assestarli nel sedere di qualcuno, viene scrupolo che il bersaglio non meriti l’appoggio.
Perché, come le capre, amano il sale.
Perché non hanno fretta di nascere, però poi quando arriva il punto di morire scalciano in nome del corpo contro la morte.
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